Sermón del 17 de noviembre

22o domingo después de la Santa Trinidad 17 de noviembre, A+D 2019
El Lugar, la Realidad, y la Consecuencia del Perdón

¿Qué es el perdón? … Esto no debe ser una pregunta difícil dentro de la Iglesia Cristiana, porque el perdón tiene un lugar tan céntrico en toda la Palabra de Cristo. ¿Pero, qué es el perdón? ¿Tenéis claridad de lo que es la naturaleza del perdón?

¿Perdonar es una decisión? Muchas veces parece que sí. San Pedro, en su pregunta a Jesús, está considerando el perdón ofrecido al hermano como una decisión que él está obligado a tomar, aunque no quiere. ¿Cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿Cuándo puedo dejar de hacer este sacrificio que a mí no me gusta? Además, en la parábola siguiente, vemos como el siervo malvado no quiso perdonar la deuda de su consiervo, lo cual fue una decisión estúpida. Decidir no perdonar resultó en su ruina, debido a la ira de su señor, causada precisamente por esta decisión de no perdonar la deuda leve de su vecino. Debería haber decidido perdonarlo.

Pero, el considerar que nuestro perdón sea nuestra decisión trae varios problemas. Jesús condiciona nuestra continuación en el perdón y placer del Padre con nuestra voluntad y acción de perdonar. ¡Ay! Esto suena como si nuestra decisión, nuestra buena obra de perdonar al otro, sea la clave de salvación. Pero, esta idea corre en contra de muchos pasajes bíblicos muy claros que nos enseñan que la salvación es un don de Dios, recibido por la fe, y no merecido por nuestras obras. Además, en nuestro evangelio de hoy, Jesús exige que el perdón salga de nuestro corazón. “De todo corazón.” Esto no suena como una decisión.Perdonar de todo corazón no es una decisión forzada, sino un acto espontaneo y natural. Perdonar del corazón debería ser algo agradable a nosotros.

Pues, el perdón entonces debería ser una emoción, ¿no? ¿Es que el Señor nos está diciendo que la clave es que sentimos felices cuando perdonamos al prójimo?

Espero que no, porque, al menos para mí, perdonar a alguien que ha pecado contra mí no me deja muy contento, aun cuando estoy convencido que es correcto y bueno hacerlo. Perdonar nos duele, ¿no? Claro que sí.

El diablo, el mundo y nuestra propia carne se unen en un coro de protesta cuando estamos perdonando a alguien que nos ha dañado. Nos dice: “¡No, no le dejes escapar sin consecuencia; no seas tu un tonto! Hay que demandar un pago, algo para mantener tu orgullo y el respeto de los demás. ¡No lo perdones! Esto es su consejo egoísta contra nuestra intención de perdonar.

Cuanto más grande el pecado sufrido, o cuanto más grande nuestra percepción del pecado sufrido, cuanto más difícil es perdonar y estar feliz por haber perdonado. Tal vez podemos oír una nota de desesperación en la pregunta de Pedro: ¿Tengo que perdonar, hasta siete veces…? Si la legitimidad de mi perdón depende en que me sienta feliz de darlo, me temo que yo esté perdido, porque mis emociones luchan contra perdonar. No creo que el perdón puede ser una emoción.

Mejor concebir que el perdón es… un lugar. ¿Un lugar? ¿Cómo os parece esta idea?

Sí, el perdón es un lugar, y ese lugar es el corazón de Dios mismo. El perdón es un lugar, o al menos, está ubicado en un lugar muy específico, el corazón del Padre. Como dice el salmo, “Oh Señor, si mirares a los pecados, ¿quién podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.”

La clave de entender el perdón es reconocer que no es propio a nosotros. El perdón es un atributo de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es de su carácter, es de su ser. El perdón está ubicado dentro de la esencia divina.

¿Todo bien, todo claro? Por ende, el perdón no puede ser una decisión nuestra, ni puede depender de nuestras emociones. El perdón es el antídoto del pecado, como dice San Juan: la sangre de Jesús nos limpia de todo pecado. (1 Juan 1:7) Al contrario, nuestras decisiones y nuestras emociones todavía sufren de nuestra pecaminosidad. Por tanto, el perdón que damos a un hermano, si vaya a ser un perdón real, no puede ser nuestra decisión, ni nuestra emoción.

En el corazón de Dios, sí, podemos hablar de perdón como una emoción. Aquí tenemos un misterio: perdonar hace el Señor feliz. A pesar de lo que le costó. El Señor tiene compasión para los pecadores, hasta dar su unigénito Hijo como sacrificio expiatorio para los pecados de todo el mundo. ¡Es su exaltación! Y el gozo del Señor es recibir a más y más pecadores, confesando ser malos y pidiendo misericordia, en el Nombre de Jesús.

En el corazón de Dios, también podemos hablar del perdón como una decisión, la decisión de perdonar a los pecadores, en y por el Cordero, Cristo Jesús. Imagínate, el Señor tomó esta decisión antes de la fundación del mundo. Aunque sabía, antes de crearnos, como íbamos a caer en pecado y rebelión contra Él, no obstante, el Dios Todopoderoso decidió salvarnos, a través de la vida, muerte y resurrección de Cristo. Fue una decisión, uno que le dio alegría al Señor.

Cuando nos duele perdonar a un hermano, ojalá recordemos de Jesucristo, quien menospreció a la vergüenza y el dolor incalculable de la Cruz, por el gozo futuro de ver todos los creyentes alrededor del trono, vestidos en vestiduras blancas, la ropa limpiada y blanqueada en la Sangre del Cordero.

Muy bien, el perdón es un lugar, el corazón del Padre, dónde la decisión y el gozo de perdonar son hechos eternos, completamente fiables. El perdón es el corazón de Dios, pero, ¿dónde y cómo podemos encontrar y recibir este perdón? ¿Dónde está el corazón de Dios?

Bueno, pudiéramos decir por todas partes, porque Dios está en todas partes. Como dice San Pablo, “en Él vivimos, nos movemos y existimos.” (Hechos 17:28).

Pero es patente que el perdón no esté disponible en todas partes. Si fuera así, el mundo sería muy diferente. Necesitamos saber dónde el corazón del Padre, el lugar de perdón, está presente y accesible para nosotros.

Y ya sabéis. En Cristo Jesús. Podemos acceder el corazón del Padre a través de su amado Hijo, su eterno corazón, quien bajó del cielo y se hizo nuestro hermano, y tomó nuestra carne, para crear el acceso a corazón de su Padre, a través del perdón que ganó en su Cruz. Podemos imaginar a Jesús como un embalse inagotable de perdón, o si prefieres, de amor. Es una distinción sin diferencia, porque el amor de Dios para nosotros es el don de su Hijo, entregado a la Cruz, para redimirnos, y a todo el mundo, de todos nuestros pecados.

Por eso, lo que condenó al siervo malvado no era precisamente su exigencia despiadada a su consiervo, sino su negación y rechazo de la misericordia de su Señor, que fueron revelados en su crueldad a su vecino. Porque la misericordia y el perdón son del Señor, y Él los comparte diariamente con nosotros. Los tenemos, y de ellos vivimos, pero no son nuestras posesiones.

El perdón de Dios es su corazón abierto y bondadoso hacia nosotros, por lo cual Él quiere darnos un nuevo corazón, un corazón parecido a suyo, un corazón que comparte lo que recibe, el perdón y el amor. Como dice un poeta, “Errar es humano, pero perdonar es divino.”

En realidad, dentro de nuestra naturaleza, no tenemos verdadero perdón para nadie. El perdón humano siempre viene con limitaciones y expectativas. Nunca es completamente gratis.

Pero, el perdón de Cristo es totalmente gratis, y podemos compartir esta gracia que hemos recibido, porque sabemos y confiamos que la sangre de Cristo nos lava de todo pecado, y que hay perdón en Cristo para todo el mundo. Él es el lugar revelado de perdón, el corazón del Padre. Jesucristo es la realidad de perdón, y nuestro perdón es siempre y solamente una consecuencia de nuestra recepción de su perdón.

Cuando rehusamos perdonar a un hermano que nos viene arrepentido y pidiendo nuestro perdón, estamos diciendo que el infinito perdón de Cristo no sea aplicable a otro pecador. Aun antes de que nos venga arrepentido, deberíamos pensar en perdonarlo, como Cristo hizo para nosotros.

Hacer el contrario es decir que el Espíritu es mentiroso. Es burlar del Padre que dio su amado Hijo para salvar a todos los pecadores. Denegar que la sangre de Cristo lave a otro es al mismo tiempo rechazar este lavamiento salvífico a nosotros mismos. Es rechazar la realidad de la gracia y misericordia de Dios, y elegir la realidad de retribución, odio y sufrimiento eterno que espera a Satanás y a todos los malvados.

Señor ten piedad de nosotros, para que nunca rehusemos perdonar, aunque sean 7 veces al día, o 70 veces 7, o más.

Es verdad que perdonar es difícil. Porque todavía no hemos sido perfeccionados, cada oportunidad de perdonar es una lucha. El mundo se ríe y se burla de cualquier persona que perdona libremente. Nuestra carne, nuestras emociones, y nuestras mentes combinan sus fuerzas para evitarlo. Pero podemos decir las palabras, y orar que el Espíritu nos dé corazones nuevos, y recordar que la decisión, la emoción y la realidad del perdón no dependen de nosotros, sino que son el mismo corazón del Padre.

Entonces, acerquémonos a Cristo, presente hoy, aquí, para compartir su perdón con nosotros. Acerquémonos a Cristo, para que nuestros corazones sean hechos nuevos y sinceros, para que, en plena certidumbre de fe, recibamos la voluntad divina para perdonar a otros.

Podéis hacerlo, porque vuestros corazones han sido purificados de mala conciencia y vuestros cuerpos han sido lavados con agua pura. El Espíritu de Cristo, que recibisteis en vuestro bautismo, os ayudará. Cada uno puedes perdonar, porque eres perdonado, en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on noviembre 19, 2019

Social Networks: RSS Facebook Twitter Google del.icio.us Stumble Upon Digg Reddit

Responder

close window

Service Times & Directions

Weekend Masses in English

Saturday Morning: 8:00 am

Saturday Vigil: 4:30 pm

Sunday: 7:30 am, 9:00 am, 10:45 am,
12:30 pm, 5:30 pm

Weekend Masses In Español

Saturday Vigil: 6:15pm

Sunday: 9:00am, 7:15pm

Weekday Morning Masses

Monday, Tuesday, Thursday & Friday: 8:30 am

map
6654 Main Street
Wonderland, AK 45202
(513) 555-7856