Sermón del 13 de octubre

Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre.

San Pablo ya nos ha dado la proclamación de la ley necesaria para este día tan especial. Para Sofía, para Felipe Lobo y Isaac Machado, y para todos vosotros que habéis estado estudiando como podéis ser testigos fieles de Cristo, como podéis testificar y confesar a Él y su evangelio en tu vida diaria, según vuestras vocaciones, para todos vosotros, la petición de San Pablo es perfecta: Andad como es digno de la vocación con que fuisteis llamados.

Primero, todos tenéis la vocación cristiana de vuestros bautismos. Por si acaso alguien aquí hoy no ha recibido el bautismo cristiano, por favor, hable conmigo después de la misa. La vocación bautismal convierte a una persona a ser un discípulo de Jesucristo, llamados a vivir en el mundo, pero no ser del mundo, para que de vosotros el mundo pueda conocer al Señor.

Pastores, andad como es digno de la vocación al Sagrado Ministerio, dedicando vuestra vida a Él quien dio su vida para rescatarnos de miseria, de la muerte, y del infierno. Sí, lo prometo, con la ayuda de Dios.

Sofía, y todos los miembros confirmados, recordad las promesas que hicisteis, promesas de seguir en la fe, de recibir la Palabra y el Sacramento con alegría y fidelidad, de vivir conforme a la Palabra, y sufrir todo, el desprecio del mundo y aun la persecución hasta la muerte, antes de apartaros de Cristo y su Iglesia. Sí, lo prometo, con la ayuda de Dios.

Sed preparados, cristianos, siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros,
pero hacedlo con mansedumbre y reverencia. Tened el Nombre de Jesús en vuestros labios, para que la Palabra no permanezca en silencio, inaudita por nuestros vecinos, sino que sea repetida, anunciada, explicada y proclamada a toda la creación, para la gloria del Señor, y la salvación de pecadores.

Todo esto es andar digno de nuestras vocaciones, y debemos hacerlo, porque… Pues, bueno… ¿Por qué?

Porque, es lo correcto. La voluntad del Dios, quien Él mismo se ha hecho vuestro Salvador, es que su Pueblo compartan su Evangelio con todo el mundo.

Porque todo el mundo necesita este mensaje, y la gran mayoría de los seres humanos no lo conozca. No hay nadie mejor para darlo que nosotros, cada uno según sus vocaciones, es decir, en los puestos y relaciones de vida que hemos recibido de Dios.

Porque el participar en la misión evangélica de Jesús es la verdadera gozo de vida. Los ángeles celebran cuando un pecador se arrepienta y está convertido a Cristo. Los ángeles celebran, y también los pastores y testigos fieles y cada cristiano ocupado en una parte, no importa tan pequeña, de la misión de Cristo al mundo.

Pero tal vez, todavía tenéis dudas, aun en este momento cuando el porqué es tan claro. Tal vez quedan dudas sobre cómo hacerlo, y de dónde vayáis a encontrar la fuerza, la voluntad. Tal vez sentís inadecuados, o indignos de compartir el Evangelio por causa de vuestro propio pecado, vuestra propia impureza. De esta duda empezamos de entender

porque “andar digno” tiene que ser “con toda humildad y mansedumbre.”

Porque, a diferencia de Jesús, somos pecadores, pecadores llevando el mensaje de perdón y salvación, y acercándonos a otros pecadores, que no suelan concebir de sí mismos como criaturas perdidas. Puede ser una tarea temerosa. Difícil.

Por esta dificultad, me encanta la primera letra de nuestra herramienta, nuestro acrónimo evangelístico, lo cual estudiamos ayer: ́L ́ representa “Los Escuchamos.” Cuando, con todas nuestras debilidades, pensamos en compartir la Palabra, la primera cosa para hacer es escuchar. Callad, y con humildad y mansedumbre, escuchad a las personas en vuestra vida. Escuchad, y cuando hayáis escuchado bien, ahora preguntad, para que podáis escuchar más. Esto es un buen consejo para todos, y especialmente para nosotros pastores. Ojalá que todos nosotros escuchemos más, mucho más, y que luego preguntemos, para que de verdad sepamos las necesidades particulares de la gente Dios nos trae para servir. Para que, a través de escuchar sus palabras, el Espíritu nos ayude saber la Palabra específica que deberíamos compartir.

Empezad por escuchar, humildemente. Especialmente nosotros pastores, tenemos muchas oportunidades de hablar. Predicar y enseñar el Evangelio de Cristo es el centro de la vocación de pastores. Pero, especialmente fuera de la Liturgia y fuera de la Catequesis y el Estudio Bíblico, ojalá que escuchemos más. Ojalá que yo escuche más, y mejor, para saber mejor como hablar al corazón de un pecador que sufre, en necesidad de Cristo.

Todo esto requiere humildad, y mansedumbre, y paciencia. No somos salvadores, somos solamente pecadores perdonados, buscando el asiento más bajo en la fiesta. Además, Jesús, quien es Dios mismo, mostró humildad, mansedumbre, y compasión, para poder entregar su buena noticia. Vemos en esto que la humildad, la mansedumbre y la compasión no son meramente herramientas para acercarnos a personas, nada más que medios a un fin. No, no. Son distintivos divinos, son del carácter de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Imaginaos, el Dios eterno, el todopoderoso, quien nos ha dado su amor perfecto, en Cristo Jesús: Él mismo es humilde y compasivo. ¡Qué misterio! ¡Qué buena noticia!

Muy bien, entendemos como deberíamos andar, como pastores, como cristianos, como testigos en nuestras vidas diarias, según las vocaciones de cada cual. Lo entendemos, y la importancia de ello, y aun la actitud correcta necesaria.

Entonces, vámonos ya, ¿no?… Vale, venga vamos… ¿Qué? ¿Todavía no? ¿Todavía percibís que os falta algo?

Claro que sí. Podemos saber cómo, y porque, y aun la actitud correcta para hacer los varios deberes de nuestras vocaciones cristianas. Pero saber no es hacer. Es sumamente importante saber lo que deberíamos hacer, pero el saber no nos provee la voluntad, tampoco el ánimo y el coraje para hacerlo. Para andar dignamente como cristianos, necesitáis el mensaje de Cristo, sí. Además, necesitáis a Cristo mismo, constantemente con vosotros, dándoos fuerza y dirección. Sin él, ayudándonos en cada momento, vamos a fracasar, seguro.

Y la buena noticia hoy es que Cristo mismo os viene, con y en su mensaje, con y en sus dones. La fe cristiana es siempre centrada en la Palabra de la Biblia, la cual no es cualquier palabra. No es meramente información, sino que es la Palabra viva de Dios, por la cual Dios realiza su voluntad. El Señor se hace realmente presente para ayudar y bendecirnos en y a través de su Palabra. Es su promesa eterna.

Es decir, vivimos nuestras vidas cristianas con humildad y mansedumbre, no para que, algún día, lejos en el futuro, seamos invitados a la fiesta de bodas, para estar finalmente con Dios. No, no. Ahora, aquí, en las reuniones terrenales de los cristianos alrededor de la Palabra y los Sacramentos de Jesús, Él de verdad viene a nosotros.

Se hace presente en medio de una reunión de personas poco impresionantes, esto es cierto. El Señor está escondido bajo cosas sencillas, como pan, vino, y agua. Pero la realidad es que ya, ahora mismo, estamos en la fiesta de boda del Novio, el Cristo, vino para celebrar con su Novia, la Iglesia.

El hombre sumamente humilde y mansedumbre, el Todopoderoso Dios hecho hombre para nosotros, para ti y para mí, este Jesús está en medio de nosotros, ahora mismo, y una y otra vez. Y entended: Cristo no nos viene para demandar nuestros deberes, nuestro servicio a Él, sino que Jesús viene a nosotros para servirnos, hasta aun darnos su propio cuerpo y sangre. El día de reposo fue creado para los hombres, no los hombres para el día de reposo.

Es correcto decir que asistir a las reuniones de la congregación cristiana es un mandamiento, un deber. Pero hay una razón mejor para congregar. La razón alegre y más importante para estar aquí es porque Cristo nos invita para venir y recibir sus dones de perdón, salvación, y la fuerza para vivir como cristianos.

¿Felipe, Isaac, queréis servir como fieles pastores? ¿Sofía, quieres cumplir tus promesas de tu confirmación, y, con todos los miembros del Cuerpo de Cristo, vivir la vida cristiana, hasta la muerte? ¿Mis amigos en Cristo, redimidos, bautizados y llamados, queréis mostrar en tu vida diaria el amor de Cristo y confesar su Nombre y Evangelio?

Venid, entonces, a la fiesta de boda, cada oportunidad que tenéis. Probad y ved que Dios es amor. Sed saciados, en el milagro de la Santa Cena, y también día tras día, sed bien alimentados de los pastos buenos de Cristo, ubicados en las Sagradas Escrituras, el Pan de Cielo para vosotros, donde hay pleno perdón de todos los pecados, para vosotros.

Qué maravilla experimentamos en el siglo XXI, por las bendiciones de la tecnología, que podamos llevar con nosotros toda la Biblia, disponible en cualquier momento por un clic en el móvil… Aun mejor, podemos tenerla en nuestros corazones. Por la repetición, por la memorización, por el hábito bendecido de asistir a la Misa Luterana los domingos y de escuchar y leer la Palabra en los otros días de la semana, la Palabra Santa no está solamente en tu móvil o en tu Biblia; más bien el Espíritu Santo está escribiendo el Evangelio en tu corazón, no solo para saber la letra, pero para más, mucho más.

El Espíritu, por medio de la Palabra, os está arraigando firmemente en la Verdad, en la doctrina pura de Cristo, en la buena nueva de salvación que Jesús logró en la Cruz, por la cual estamos atados a Él.

Así atados, unidos a Jesucristo, seréis los pastores, los feligreses, los testigos que Dios quiere, porque el Señor realizará su voluntad en ti. Es decir, vuestra fe y vuestras buenas obras dependen de Él, quien entró en nuestro mundo, y tomó nuestra carne, siendo nacido de la Virgen María. En su vida y en su muerte, en su testimonio fiel mostrado en su vida humilde, en su enseñanza poderosa y su sufrimiento incalculable, en todo esto, Jesucristo ya ha ganado la victoria imparable y eterna, para todo el mundo, para todos los pecadores, para ti, y para mí.

Todo esto, … de Jesús, … y en Jesús,… vuestro Salvador resucitado, quien está aquí, para serviros, hoy, y todos los días, hasta los siglos de los siglos, Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on octubre 15, 2019

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