por el Rev. Alisson Jonathan Henn[2]
¡No! ¡Definitivamente no! Ser Luterano no es adorar a Lutero como un dios, ni exaltarlo como un santo. Porque creemos solo en Dios, eterno y todopoderoso, que se revela a sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo.[3]. Lutero fue un hombre usado por Dios para esclarecer la obra de Cristo para todos nosotros. Quería dejar claro que el objetivo de todo el movimiento de la Reforma era llevar al pueblo al Evangelio, la buena noticia de que tenemos un Salvador por gracia.
Lutero protestó vehementemente en 1522 cuando las personas querían llamar a la iglesia por su nombre. Él dijo: “¿Cómo podría yo, pobre cadáver apestoso que soy, hacer que los hijos de Cristo sean llamados por mi horrible nombre?” Así que, amigos míos, dejemos los nombres partidarios y llamémonos cristianos. Luchó mucho para que esto sucediera, intentando utilizar el término “evangélico”, pero sin mucho éxito. Oficialmente, las personas del siglo XVI conocían a los protestantes como “los seguidores de la Confesión de Augsburgo” [4].
Por eso, saber qué es ser luterano es conocer lo que nuestras confesiones nos enseñan.
Nuestras confesiones y confesores enseñan que la Escritura tiene la voz máxima. Ella es la base de todo, no nuestras tradiciones o nuestros libros, sino la Palabra de Dios. En esta Escritura Sagrada encontramos el punto principal, donde nuestros confesores afirmaron que es “la más alta y el buque insignia de la doctrina cristiana”[5], “donde la iglesia permanece de pie o cae”[6], que es la doctrina de la Justificación.
Los luteranos creen, profesan y enseñan que somos salvos por causa de Cristo, de lo que Él realizó en la cruz por nosotros[7], y recibimos los beneficios de perdón, vida y salvación por medio de la fe en Él. Sin embargo, no es solo una fe histórica o un conocimiento intelectual de Cristo[8], sino una fe que confía en que Él es el único y suficiente Señor y Salvador[9].
Ser luterano es mantenerse firme en la doctrina de la Justificación del pecador, en el Sola Gratia (Solo por Gracia) y en el Sola Fide (Solo por Fe). No podemos apartarnos de esto ni hacer cambios, aunque el cielo y la tierra se desmoronen[10]. Por eso, no solo la iglesia de nuestra confesión, sino toda la iglesia de Cristo vive por este artículo. De este modo, no podemos prestar un mejor servicio a toda la iglesia cristiana en la tierra, o incluso a los cristianos de otras comuniones que no nos entienden bien, que predicar esta doctrina con toda pureza y claridad[11].
Ser Luterano es dejar que Dios sea Dios, sacar al hombre del centro y aprender a descansar en la obra de Cristo. No necesito hacer algo para mi salvación, soy bautizado y confío en Jesús. Ahora puedo vivir mi vida, mi vocación, sin preocuparme si he realizado suficientes obras o no, pues en Él ya soy salvo. Realizo mis obras como una respuesta a Su amor, “para qué las conciencias, por lo tanto, estén seguras del consuelo y la esperanza, llamamos a las personas de vuelta a la promesa de Cristo y enseñamos que es necesario creer que, por causa de Cristo y no por causa de la ley, Dios perdona el pecado, justifica y da la vida eterna, según este texto: ‘quien tiene al Hijo tiene la vida’ (1Jn 5.12)” [12].
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[1] Para saber más: SASSE, Hermann. Aqui nos firmamos: naturaleza e carácter da fé luterana. Canoas: Ed. ULBRA, 2008
[2] Licenciado en Teología por la Universidad Luterana de Brasil (ULBRA), 2014, Canoas, RS. Postgrado en Teología y Pastoral de la ULBRA (2016). Estudiante de maestría en el Seminario Concordia. Pastor de la IELB (Iglesia Evangélica Luterana do Brasil) y Misionero Alianza en Madrid, España.
[3] Mt 28.19; Jn 5.23; Gn 1.1; Rm 15.13
[4] SASSE, pg 32
[5] FC 99
[6] WA 40/III, 352,3.
[7] Rm 5.1; Rm10.10; Gl 2.16; Ef 2.8,9; Jo 3.14,15
[8] Tg 2.19,20
[9] Rm 10.9-13
[10] Artigos de Esmalcade II, Livro de Concórdia. São Leopoldo; Porto Alegre: Sinodal; Concórdia; Comissão Interluterana de Literatura, 200, pg 313
[11] SASSE, pg 27
[12] Apologia da Confissão, Livro de Concórdia, pg 201