Segundo Domingo después de Trinidad

(Bautismo de Marcus Thorlund)

Alfaz del Pí, Alicante 13 de junio de 2021                         Pastor Felipe Lobo Arranz. IELE.

Queridos hermanos,

Hoy hemos celebrado el bautismo del pequeño Marcus, ahora un hijo de Dios, que nació en la tarde del 31 de mayo de este 2021. Bautismo realizado según la fiel práctica de nuestro hermano y maestro Martín Lutero. Marcus no es solo cristiano, sino un perfecto caballero luterano. Sin duda una gran noticia para todos, en especial para la familia. Este bautismo nos trae al recuerdo la importancia que Dios le da a ser humano para Él mismo. El mejor amigo de Dios no es un ángel, sino el hombre. Dios que puede elegir entre todos sus seres hermosos y perfectos nos ha elegido a nosotros. No somos humanidad sin más, somos su humanidad. No quiere a nadie más a este nivel de cercanía. Los ángeles lo quieren, Satanás lo quiere, pero no han sido elegidos, según nos revela la Biblia.

El hecho de que el pecado original de nuestros primeros padres nos haya alcanzado no es una escusa para Él. La humanidad y salvar a la humanidad por medio de la Palabra en su anuncio del Evangelio de la salvación por la fe en la obra completa y absoluta de Cristo y el Santo Bautismo y la Santa Cena, como elementos que nos acerca la limpieza de pecado, la regeneración del cristiano y la remisión de nuestros pecados es su total y absoluto objetivo.

Si salva al hombre, éste puede cuidar el resto de la creación conforme a su voluntad. Si el hombre se pierde, se perderá la creación con él.

Por eso, Cristo vino a morir por todo el mundo, no sólo por los que creen, sino por todos nosotros y su creación, para no perderla. Su muerte mató a la muerte y el miedo a la muerte, a Satanás y su mal y ganó la reconciliación con el Padre al matar el poder del pecado sobre nosotros, sobre nuestra humana condición. Esto exige lavar el pecado y por eso nos bautizamos para ser lavados en cuerpo y alma para ser santos ante Dios por la obra de Cristo. Este símbolo es tan sagrado, que se convierte en un sacramento como misterio, que no entendemos totalmente, pero que obra en nosotros ante Dios una nueva posición y relación con Él, como hizo el dintel lleno de sangre de los judíos en Egipto antes su liberación o la circuncisión desde Abraham. Indica una posesión de Dios, de lo divino y de todas sus fuerzas sobre ese ser que lo recibe, aunque nada veamos de ello.

La gracia de Dios se hace extensa para el hombre, le busque y le ame o no. La gracia consiste en el amor incondicional que lleva a invitarnos al convite festivo de la salvación, queramos o no ir. La gracia no es condicional, es gracia y eso es el efecto que consigue Cristo para nosotros en su cruz. No hay condición humana porque Satanás y su poder obstaculizador ha sido ya vencido en el Calvario. No hay condición ni obra humana que consiga ese derecho, pues lo tenemos ya. Dios ha abierto la puerta de su casa para convidar a todos lo hombres.

Por eso podemos bautizar a un niño o a un adulto, porque la puerta de la salvación no depende de mi fe, de mi confesión, de mi capacidad, de mi decisión personal, porque estas no valen para abrir la puerta del Cielo, ya están abiertas. No depende de tus obras, ni de la fuerza de tu convicción o fe, sino del poder de la gracia divina que nos fuerza a entrar en su reino para que no nos perdamos.

El reconocimiento de nuestra consciencia de que tenemos fe, de nuestro bautismo y discipulado cristiano nos enfocan en la tarea de vivir conscientemente en Cristo. Pero quien nos lava es la sangre de Cristo y nos alimenta con su cuerpo entregado por nosotros. El Cristo que nos grita: “Dejad que los niños vengan a mí y NO SE LO IMPIDÁIS, porque de los que son como los niños es el reino de los cielos”, no en malicia o descuido, sino en la fe confiada en el amor de Dios y en obediencia ciega a Él, ha dicho su última palabra: ¡Es mi hijo, es mi hija, es mío para siempre! Éste que nos grita es el que envía a su Iglesia a anunciar que su casa está preparada para un banquete eterno.

Marcus hereda la vida eterna, pero ha de cuidar su salvación y aprender a ser un discípulo aventajado de Cristo. Tendrá que confirmar la fe que hizo a sus padres entregarlo a Cristo y a su protección, viviendo y compartiendo su fe como individuo, en dependencia de Dios hasta la vida eterna. Toda la Iglesia de Cristo es responsable de cuidarlo y enseñarle la fe y los valores del Evangelio sin descuido, aunque él tome su decisión en su edad adulta sobre su vida.

Un bautizado tiene la señal de Cristo sobre sí y el mal huirá de él o de ella, es uno de Cristo, uno con él o ella, propiedad de Cristo. Por eso entregamos a nuestros hijos al bautismo y no a una mera presentación u oración por el nacido. Quien no la tiene debe de preocuparse, porque el llamamiento de Cristo al hombre escurridizo, que se escapa con excusas de Dios y de obedecerle, si no se ha bautizado está bajo la ira de Dios. Marcos 16, 15-16 así lo ratifica: 15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.

La Iglesia que sale al mundo para forzarles a entrar al reino de Cristo tiene la función de discipular al bautizado, al que es parte ya del cuerpo de Cristo y ha recibido la regeneración que le hace discernir el Evangelio y la Palabra de Dios, por la obra del Espíritu Santo en ellos, que les hace discernir el reino de Dios por esa gracia recibida y de llamar a quien no lo sabe todavía. Quien recibe a Cristo en su edad adulta, pobre, manco, cojo y ciego, golpeado por la vida, o consciente y no recibió el bautismo ha de recibirlo. Recibiendo sobre sí la gracia de Dios, su salvación y su Espíritu: gustando su cena.

Quien así hace recibe el mayor de los dones de Dios, como señalaba Proverbios 9, la sabiduría, que respeta y considera al Señor por encima de su propia intuición, lógica o individualidad. Solo así somos sabios. Quien teme a Dios le obedece y se sujeta a Él por su bien. La auténtica inteligencia es conocer a Dios y experimentarle día a día. Esto es la famosa vida en Cristo de Pablo.

Marcus y todos los aquí bautizados estábamos lejos de Cristo y ahora hemos sido hechos cercanos su sangre, y hemos entrado bajo el reposo de Dios, bajo la paz que nos ha sido dada para siempre. Dios ya no está enfadado con nosotros, sino que me ha hecho su hijo o su hija. Quien nos ha acercado ahora la paz es el Espíritu que siempre nos quiere llevar ante el Padre por medio de la Palabra Santa y de esta forma ser edificados, siendo instruidos en el respeto y la consideración de Dios por medio de la verdadera doctrina, la Palabra de Cristo que nos es anunciada por los profetas del Señor y por la palabra de los apóstoles, para que no nos torzamos, sino que sigamos la dirección y ejemplo de Cristo mismo Efesios 2, 13- 22.

Dios está preocupado por este hombre que ama y quiere para sí a toda costa. Le ha preparado un gran banquete. ¿Qué banquete? El banquete es todo el bien de la salvación y que principia por tomar para su salvación y conservación del bien de la Palabra de Dios, del bien de su Espíritu, del bien del bautismo, del bien de la Santa Cena, que es una mesa de perdón y remisión de los pecados que lleva Cristo en su cruz, y una mesa de renovación y de vida, pero no una vida cualquiera, sino una vida eterna a su lado. Estas te permiten estar cada día con Cristo.

Dios quiere que comuniquemos esto y que lo recordemos, como el mayor y mejor de los bienes que podemos recibir y compartir.

“Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios.” Señor ayúdanos a los que nos proteges, alimenta nuestra fe y nuestro respeto a ti, tu que eres Dios por siempre junto al Padre y al Espíritu, siempre un solo Dios por los siglos de los siglos. Amén.

 

Categories SERMONES | Tags: | Posted on junio 14, 2021

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