Sermón del 7 de febrero

Sexagésima

San Lucas 8:4-15

(Isaías 55:10-13; Hebreos 4:9-13)

En el nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

En las lecturas de hoy, nuestro Señor nos hace dos proclamas bastante notables a nosotros, su amado pueblo. En la lección del Antiguo Testamento, promete que su palabra nunca volverá a él vacía. Más bien, cumplirá el propósito para el que lo ha enviado. Y en la lección del Evangelio de hoy, Jesús dice: A vosotros, mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, os es dado conocer los misterios del reino de Dios.

Y hemos sido bendecidos al escuchar su Palabra. Y no solo hemos sido bendecidos al escuchar su Palabra, no solo hemos escuchado una parábola de nuestro Señor… también hemos escuchado al Señor mismo explicar su significado. ¡Y qué tesoro es esta parábola! Porque en él se revela el secreto del reino de los cielos. Nuestro Señor revela que la semilla es la Palabra de Dios.

Y hay otra revelación en esta notable parábola con respecto a la Palabra. Porque en el principio era el Verbo y el Verbo era con Dios y el Verbo era Dios…Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. Todas las cosas por él fueron hechas. Esta Palabra a través de la cual Dios crea es también la Simiente prometida de la mujer, que aplastó la cabeza del diablo, que rescata a los pecadores y que destruye la muerte. De cierto, de cierto, nos ha dicho, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. Él es la Semilla que murió, fue sepultada y, sin embargo, resucitó para dar mucho fruto. La Semilla misma nos dijo en su propia Palabra: La semilla es la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios es la Biblia, sin duda. La Palabra de Dios es la predicación, sin duda. La Palabra de Dios es la Santa Absolución, sin duda. Pero, en última instancia, la Palabra no es un “qué”, sino un “Quién”. La Palabra no es simplemente tinta en una página o vibraciones que golpean nuestros oídos. La Palabra es Cristo y Cristo es la Semilla. Y la Semilla es vida. En esta Palabra, encontramos las palabras de vida eterna. En esta Semilla encontramos vida en los lugares más sorprendentes.

Por lo general, no pensamos mucho en palabras o semillas. Las palabras están en todas partes y generalmente son impotentes, y las semillas tienen poca importancia en nuestra vida diaria. Pero cuando la Palabra es Cristo, esa Palabra es omnipotente, omnisciente y verdadera. Esa Palabra crea y redime. Esa Palabra da vida y la da en abundancia. Y la Palabra viva, encarnada, nos enseñó a no juzgar por lo que vemos, porque si tenemos una fe tan pequeña como el grano de mostaza, que parece insignificante a la vista, podemos mover montañas.

El reino de Dios se extiende sembrando la Semilla, es decir, proclamando la Palabra de Cristo en todas partes: en los caminos, en las rocas, entre los espinos y en todo tipo de suelo. Porque el sembrador no tiene forma de saber adónde irá la Semilla, qué terreno será receptivo o qué semillas individuales sobrevivirán. Pero el sembrador tiene una promesa: así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía. No es de su incumbencia si una semilla en particular sembrada en un momento particular en un suelo particular produce o no. Cuando se trata de la Palabra de Dios, no hay ciencia, ni metodologías inteligentes ni técnicas para aumentar la cosecha. Solo hay un hombre sembrando semillas de una manera que parece terriblemente ineficiente.

Porque el poder está en la pequeña semilla misma, no en los músculos de los brazos del sembrador. El poder de la Palabra está en la Palabra misma, no en el predicador de la Palabra. Porque es la Palabra de Dios, la Simiente de la mujer que lleva fruto a ciento por uno. Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu. El poder de la semilla se encuentra dentro de la semilla misma, del la Palabra de Dios. Nuestra tarea es simplemente sembrarla.

Obviamente, el predicador tiene la tarea de sembrar la Semilla de la Palabra de Dios desde el púlpito, en las clases y en cualquier otra oportunidad que tenga. Pero todos los cristianos también siembran la Semilla de la Palabra de Dios a su manera: enseñando a sus hijos el catecismo, orando antes de las comidas, llevando a su familia a donde se proclama la Palabra y la Semilla se implanta en sus corazones. Todos los cristianos son pámpanos de la Santa Vid que es Cristo. Y también se les ha dado el mandato de dar fruto, porque ese fruto también da semillas.

A nosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios. De cualquier manera que estemos llamados a hacerlo, tenemos la bendición de sembrar la Semilla de Cristo, somos bendecidos de proclamar la Palabra de Dios, somos bendecidos de esparcir el amor generoso del Señor.

Sembremos de la manera que el Señor nos llame a sembrar. Hagámoslo con amor, sabiendo que la semilla que sembramos da vida. Hagámoslo con humildad, sabiendo que el poder no está en nuestra elocuencia o piedad, sino sólo en la Palabra misma. Y hagámoslo sin desanimarnos, porque el Señor mismo nos ha dado su promesa de que su Palabra hará lo que (él quiere), y será prosperada en aquello para que la (envió).

En el nombre de + Jesús. Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on febrero 8, 2021

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