Sermón del 31 de enero

Predicación de la Palabra

San Mateo 20.1-16 – Congregación Emanuel – Ps. Isaac Machado

Domingo de Septuagésima

“La Gracia de Dios”

 En el nombre de + Jesús. Amén.

¿Alguna vez has escuchado, o a lo mejor dicho, esta famosa frase: “Dios dice: ´ayúdate que yo te ayudare´”? ¿En que parte de las escrituras dice esto? Te puedo asegurar que, en ninguna, porque a diferencia de lo que muchos piensan; este dicho – muy mal usado en el circulo cristiano- proviene de un proverbio de la antigua Grecia originalmente de alguna fabula del escrito Esopo.

Y esta frase no pudiera estar más errada en la boca de cualquier cristiano. En las escrituras encontramos pasajes como en Josué 1, cuando Dios le dice: “Mira que te mando a que te esfuerces y seas valiente…” (Jo 1.9) Pero Dios no hablaba de Salvación o de un tipo de cooperación entre él y Josué, porque aunque Josué fue el capitán del ejercito que entro a la tierra prometida, fue Dios mismo quien se las entrego: “Yo os introduje en la tierra de los amorreos, que habitaban al otro lado del rio Jordán, los cuales pelearon contra vosotros, más yo los entregué en vuestras manos, y poseísteis su tierra, y los destruí delante de vosotros” (Jo 24.8) y si sigues leyendo el capitulo 24, puedes ver como fue Dios quien lucho para entregar la tierra prometida.

El Esforzarse en las escrituras es el mantenerse en la carrera, es luchar contra los enemigos que nos atacan todos los días. Es luchar contra nuestra propia carne llena de orgullo y arrogancia, contra el mundo que con su mensaje autosuperación y auto iniciativa (como dice la frase de Esopo) quieren hacernos olvidar la cruz y el diablo mismo que, con cualquier engaño, quiere separarnos de la gracia de Dios. Pero estas luchas no las hacemos solo, sino con Cristo de nuestro lado.

Por eso, en este tiempo de pre-cuaresma, denominado también como “los domingos de las …gésimas”, preparamos nuestras mentes y corazones para entrar a la cuaresma en pesar y arrepentimiento, sabiendo que mi pecado llevo a Cristo en la cruz. Y es en este tiempo donde la iglesia medita en tres grandes enseñanzas que nos dan consuelo. Que somos salvos por gracia, por causa de Cristo, mediante la fe. Esto es lo que se denomina la justificación por la fe; articulo en el cual cae o se sostiene la iglesia de Cristo.

Y debido a eso, decir “Ayúdate que yo te ayudare” nos deja en un estado de ansiedad al pensar “¿estaré haciendo lo necesario para que Dios me ayude?” “¿Qué más puedo hacer para ganar el favor de Dios?” “¿Será suficiente?” o nos pone en un estado de arrogancia, en donde creemos que somos los mejores y empezamos a juzgar a los demás: “mira… este siempre llega tarde -punto negativo para él-, o mira, tanto tiempo y no se sabe de memoria el Padrenuestro” y tanto la ansiedad como la arrogancia solo nos llevan a depositar nuestra confianza en otras cosas y no en Dios.

Por eso, Jesús, antes de ir a la Cruz, y sabiendo lo que pensaban sus discípulos: “Podemos por nuestra fuerza tomar el mismo vaso del cual tú vas a tomar y ser bautizados con el mismo bautismo que tu vas a tener, y así sentarnos a tu derecha y a tu izquierda en el reino” (Mt 19.20-28), les habla en parábolas sobre como es el reino de los cielos, en donde no hay competencia, no hay esta auto iniciativa que existe en muchos trabajos en donde los jefes ven la iniciativa de sus empleados y eso hace que ganen puntos para ir ascendiendo.

El Reino de los cielos es semejante a un Padre de Familia que salió muy temprano en la mañana a contratar obreros para su viña y acordó con ellos el pago de un día entero, y con los otros acordó lo que es justo.

Pero ¿Justo para quién? – ¿Para los últimos? ¿Para los primeros? – a los ojos humanos, no nos parece justo lo que sucede en esta parábola, porque nuestro concepto de justicia es diferente al de Dios. Y aunque fuimos creados al principio en justicia y verdad y conocíamos lo que era justo y recto ante los ojos de Dios, la desobediencia de nuestros primeros padres nos hizo olvidar lo que es verdaderamente justo y lo que no.

Vivimos en un mundo donde el valor te lo da lo bueno o malo que seas en algo. Y esto lleva a competencias que a veces dejan al descubierto la envidia y arrogancia del ser humano. Por eso, en lo que implica la salvación y ser recibidos por la gracia de Dios, no hay competencia que valga. No hay merito para la cruz. El único mérito que Dios ve es lo que hizo su hijo en la cruz.

Pero Satanás nos tienta a pensar que no somos nada para Dios y que él está muy ocupado, o nos lleva a creernos más que Dios mismo y en medio de la arrogancia, queremos enseñar a Dios ser Dios. “Señor, es que tu no das suficiente, deberías de darnos un poquito más o no debería de estar pasando por esto” y es entonces cuando Dios en medio de un torbellino (Job 38.1) nos hace comprender quienes somos nosotros, sus criaturas, formados de su mano; no podemos aconsejar a Dios, no podemos pretender ser Dios y no debemos juzgar a Dios, porque somos limitados.

Pero nuestro Dios, que es tardo para la ira, esta lleno de misericordia y gracia para con cada uno de nosotros, nos enseña su justicia que es más de lo que pudiéramos pedir y tener.

Y cuando caemos en cuanta, por medio del arrepentimiento, de que no merecemos ser pagados por nuestro pobre trabajo, sino que ya estar en la viña del Señor es un privilegio y lo único que necesitamos; es que empezamos a comprender que todos somos parte del mismo cuerpo, de que todos hemos recibido el mismo bautismo, tenemos la misma fe y el mismo Señor, somos iguales a los ojos de Dios y es la razón por la cual Dios nos paga lo mismo.

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis que nuestros padres todos estuvieron bajo la nube, y todos pasaron el mar; y todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo.” (1Co 10.1-4)

Tu y yo hemos recibido la misma agua que nos ha sellado como hijos de Dios, comemos y bebemos al mismo Cristo que se dio por nosotros en la cruz y que ahora nos trae el perdón.

Cristo nos ha dado a cada uno de nosotros, el regalo de ser llamados hijos de Dios, y sabemos que tenemos un Padre Amoroso, que nos oye y es justo.

El Dios que suplió la necesidad en el desierto y dio de beber a sus hijos, a TODOS POR IGUAL, es el mismo Dios, que aun ahorita, lejos de su Altar físico, nos recuerda que hemos bebido el agua de la roca, que es Cristo y eso nos sostiene el día de Hoy, junto con su palabra eterna.

En medio de tanto pecado, de tanta injusticia, de tanta mentira, de tanta ansiedad e incertidumbre, no dejes que tu fe sucumba a eso. No digas más “Dios dice: ayúdate que yo te ayudare”; sino más bien, ve la gracia inmerecida de Dios en su hijo Jesús. Esfuérzate a mantenerte firme en esa confianza en lo que tu Señor ha hecho todo por ti, ve su Cruz, y ahora ve al prójimo y en amor, ayúdalo, sin esperar ganancia, merito o puntos ante los ojos de Dios.

La viña está abierta, la invitación a trabajar está servida, tú y yo somos llamados, no importa la hora, no importa la paga, a trabajar es esta viña, en la viña del Señor.  Ve con gusto, porque este no es como cualquier trabajo, vivir en la viña, es vivir en la gracia de Dios, y ser llevados de Egipto a la tierra prometida, es correr y ganar la carrera sin quedar descalificado a lo último, sino llevarse el premio mayor. Cristo, su gracia y su perdón.  Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on febrero 2, 2021

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