Sermón del 17 de enero

Textos del día:

Antiguo Testamento: Éxodo 33. 12-23

Nuevo Testamento: Efesios 5. 22-33

Evangelio: Juan 2:1-11

“El primer milagro”

Hoy celebramos el segundo domingo después de Epifanía, a medida que Jesús se revela en sus dos naturalezas. como Dios y como hombre, llega su primer signo o milagro en Caná de Galilea. En la lectura del Evangelio de San Juan hemos visto como Jesús, manifiesta su Gloria convirtiendo el agua en vino. En la primera lectura de hoy en el versículo 18 Moisés reclamaba a Dios que le mostrara su Gloria, en Caná Dios cumple esa promesa a través de su Hijo Jesucristo.

¿Qué había ocurrido para semejante acción? Podemos ver…que, en aquella situación vivida en Caná, había cierta angustia sobre algo que había ocurrido. En aquellos tiempos las bodas judías, no eran como cualquier boda nuestra de hoy en día en nuestra sociedad. En aquellos tiempos el anfitrión preparaba para sus invitados una semana entera de festejo y alegría. Como hemos podido ver, el vino se acababa, esto suponía un gran fracaso social en aquel entorno. Maria, muy posiblemente, era amiga o familia de los celebrantes y sintió piedad por aquella pareja y supo lo que tenía que hacer y a quien se tenía que dirigir para solucionar el problema. Su fe seguía intacta.

Sutilmente dice “No tienen vino” quizá esperando la acción rápida de su hijo, pero no fue así, extrañamente Jesús nos sorprende con una respuesta quizá un tanto inesperada…dice “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.”.

Jesús habló repetidamente de esta “hora” aún no había llegado a lo largo del Evangelio de Juan. Se refería a que el tiempo para que su gloria sea revelada plenamente como el Hijo de Dios no había llegado. Pero aquel acontecimiento de Caná, aquella boda, tuvo como resultado el primer milagro público de Dios hecho hombre.

La bondad de Maria hizo que no se pensara en pedirle a su hijo lo que ella sabe que puede hacer. Vemos dos características en Maria su amor y su inmensa fe.

El tiempo para la traición, el sufrimiento y la muerte de Jesús estaba cerca, en ese tiempo correspondería la proclamación de su máxima hora de Gloria. Pero Jesús intervino, no ignoró aquel problema, por grande o pequeño que fuera o que nos pareciese.

Y hablando de problemas…¿Cuántas veces creemos que nuestro problema es el más grande? ¿Cuántas veces hemos increpado a alguien injustamente porque pensamos que SOLO LO NUESTRO es lo más importante? Y lo peor es que le quitamos importancia quizás a cosas que realmente son importantes pero que como a mí no me afecta, solo me quejo de lo mío sin pensar en los demás.

A veces hay algo que deseamos con fuerza y nos comprometemos a solicitar la hora de la ayuda requerida de Dios. “Dios, yo te necesito ahora”. ¡Necesito que me concedas esto y la necesito ya! Oramos diciéndole a Dios que ahora es el momento de intervenir y arreglar la situación.

Cuando creemos que hay un problema en nuestra vida o un deseo que nos atormenta, es todo lo que vemos y estamos ciegos a todo lo demás. y en medio de tanta desesperanza, allí recurrimos a la oración: “Dios ayúdame”. Tal vez no con palabras, pero en nuestro corazón estamos pidiendo en silencio para que Dios envíe una respuesta y solución rápida. Es correcto orar por lo que creemos que necesitamos, es humano, pero no pretendamos cambiar los tiempos de Dios y no pensemos que YO, YO y YO soy lo importante.

Jesús nos recuerda que Dios es el que establece los tiempos de respuesta a la oración. Incluso posiblemente no nos dará la respuesta que nos gustaría, ni siquiera en el tiempo que esperamos, pero Dios actuará. Nuestras preocupaciones no siempre son cuestiones de vida o muerte, aunque a nosotros nos parezca que sí lo son. A veces es la salud, el trabajo, la familia u otro asunto de nuestra vida. Es fácil pensar que nuestras oraciones podrían ser insuficientes como para ser importantes para Dios. Tenemos que saber que Dios siempre nos escucha y debemos entender que su tiempo de respuesta no concuerde con nuestro conceto de tiempo.

Podemos llegar a ser impacientes y hacer hincapié acerca de cuándo y cómo Dios tiene que responder a nuestra oración. A veces, sólo el paso del tiempo demostrará que Dios hace las cosas de una mejor manera de lo que habíamos planeado o anticipado. A veces, el problema puede volverse más grande. Pero lo que no cambia es que la ayuda de Dios siempre está disponible para nosotros.

La ayuda de Dios llega cuando ya no tenemos respuestas o soluciones y todo queda en manos de Él. Es allí cuando la ayuda divina viene al rescate.

Jesús aprovechó la oportunidad en Caná para hacer un milagro y bendecir a los novios con un regalo de boda que nadie olvidaría fácilmente. Bendijo el matrimonio, instituido por Dios entre hombre y mujer. El matrimonio es una institución sagrada, honrada y agradable a Dios. En muchas ocasiones se utiliza las celebraciones de la boda para describir el tipo de alegría que debería ser para la iglesia al estar unida a Jesús, su novio.

Él los rescató de su dilema de la falta de vino, en el proceso reveló su gloria y mostró un primer vistazo de su poder como Hijo de Dios.

No hay ninguna otra vocación o llamado donde dos personas tan cercanas vivan en el perdón de los pecados. Todos los retos y las bendiciones de una vida juntos pondrán al marido y a la mujer en la constante necesidad del perdón de Dios. Así también pueden vivir con la alegría constante de ser perdonados y vivir juntos en amor y bendición de Dios. En las Escrituras se nos llama a amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos y como dijo Lutero, nuestro cónyuge es nuestro prójimo más cercano, por lo tanto, debe ser nuestro objeto de amor.

En nuestra segunda lectura de Efesios de hoy enfatiza la importancia del amor y de la fidelidad entre marido y mujer, “Maridos amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a si mismo por ella” Realmente no debería ser una sorpresa que Jesús haya honrado y bendecido el matrimonio, ya que es un lugar único para la vivencia del respeto al otro, del perdón, de la reconciliación y mostrar el amor que es un reflejo del propio amor sacrificial de Jesús por su Iglesia.

Sin embargo, la mayor importancia de este milagro es que mostró quién era Jesús. Más importante que la novia y el novio se salvarán de la vergüenza social, más importante que los invitados tengan suficiente vino, más importante que la bendición del matrimonio. Lo más importante de esta primera señal es que su gloria fue revelada y sus discípulos creyeron en Él.

Hay algo en el carácter de Dios que se revela cuando Jesús hizo este milagro. El maestresala no tenía conocimiento del milagro que había ocurrido, pero cuando probó el vino, dio una evaluación objetiva de que se trataba de vino verdaderamente excelente. Aunque la mayoría de los anfitriones sirven primero el buen vino, pensó que este anfitrión había guardado el mejor vino hasta ahora.  No sabía que fue Jesús y no el anfitrión de la boda quien guardó lo mejor para el final.

En verdad, cuando la gloria de Jesús es revelada, sabemos y entendemos que Dios realmente quiere guardar lo mejor para el final. Aunque Jesús no siempre actúa en la hora que esperamos o en el momento que deseamos, el plan de Dios es en última instancia el mejor camino. Nosotros no podemos ver completamente nuestra vida, pero será evidente en el cielo. Cuando Jesús se opuso a María por un breve momento, diciendo: “aún no ha venido mi hora” era el indicio de que algo más trascendental e importante estaba por venir. Cuando ese momento llegó, la hora de la glorificación de Jesús como el Hijo de Dios, ciertamente no parecía ser el plan de Dios. Cuando el sufrimiento y la vergüenza de la cruz ocurrieron, parecía que el plan de Dios se había desmoronado. La gente exigió burlonamente a Jesús que actuara ahora y haga un milagro bajando de la cruz. Pero él se resistió. Se quedó allí. Su hora finalmente había llegado. Era la hora de la gloria de Jesús para ser visto en el sufrimiento y la humildad de la cruz. Todo obedecía al Plan de Dios.

Jesús en la cruz nos prepara sus dones más generosos, su muerte ha preparado para nosotros el Sacramento del Altar, el misterio del cuerpo y sangre de Cristo, que recibimos como su pacto duradero hacia nosotros.

Domingo tras domingo lo largo de 2.000 años de cristianismo, se ha compartido el cuerpo y la sangre de Cristo, sin embargo, este don nunca se agota. La sangre de Cristo para el perdón de nuestros pecados nunca se agota. Por el contrario, mientras que el vino de Caná era una gran cantidad, con el tiempo se terminó. Fue un milagro de una sola vez, creando mucho vino para un propósito terrenal. Pero los dones milagrosos de Cristo de gracia para un propósito celestial se siguen dando, domingo tras domingo, año tras año. ÉL ha preparado lo mejor para el final. Su último milagro y más grande en la tierra fue el de levantarse de entre los muertos, para una nueva vida en un cuerpo sano y superior. El mejor regalo que guarda para nuestro final. Después de nuestro lecho de muerte, vamos a cruzar de la muerte a su vida nueva y mejor.

Dios fielmente nos sigue otorgando un abundante suministro en nuestras vidas hasta que Él vuelva. Y cuando lleguemos al cielo, vamos a descubrir que realmente el mejor vino fue guardado para el final. Toda esperanza no cumplida, el anhelo, y las grandes pruebas de la paciencia que sufrimos en esta vida como esperábamos, finalmente serán satisfechos con las alegrías del cielo. Puede que no hayamos terminado con las cosas que queríamos, pero Dios siempre proveerá algo mejor. Así como los dones que Cristo nos ha dado en abundancia a través de su Espíritu Santo, por medio de su Palabra y de los Sacramentos nos han sostenido a través de la vida. Estos medios de Gracia nos han consolado en tiempos de problemas y nos llenaron cuando nos faltaba.

A través de la fe hemos creído en las promesas de Dios y esperamos la resurrección de los muertos.  El vino de la Sagrada Comunión es un anticipo de esta fiesta celestial por venir, el banquete celestial donde Cristo es el novio y la Iglesia es su Santa Esposa. Cuando alcancemos el cielo el vino no se agotará y nos maravillaremos al igual que el encargado del banquete, diciendo a Dios: “En verdad, Tú has guardado el buen vino hasta ahora” Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús para vida eterna. Amen.

Ptr José Luis

Categories SERMONES | Tags: | Posted on enero 19, 2021

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