Sermón del 3 de enero
Sermón IELE Madrid, 3 de enero de 2021
Pr. Felipe Lobo Arranz
Queridos hermanos,
Que la verdadera luz de la Palabra encarnada nos ilumine el camino en este día siendo
guiados por ella a todo lugar, situación, acción y obra que produzca el Santo Espíritu
por la buena voluntad del Padre en el nombre de Jesús. Amén.
La Palabra de Dios proclamada este día nos anima a seguir andando por el camino que
Cristo nos ha trazado a cada uno de nosotros. Nos lo ha hecho ver en el camino de
Israel en su marcha a Egipto, en el caminar cristiano descrito por Pedro y en el camino
de José, María y el Señor, todavía un niño, hacia Egipto y su vuelta a Nazaret.
Tenemos la sensación de estar siempre caminando, de acá para allá, apenas un poco
de descanso en el camino en la peregrinación de nuestra vida, avanzando hacia una
nueva estación, un nuevo lugar, una nueva situación. El cruel destino del hombre por
nuestra desobediencia original nos lleva a estar en continuo movimiento desde
nuestra salida del paraíso de Edén, convirtiéndonos en seres perpetuamente errantes.
No son cambios gratuitos sobre nosotros, estos nos pasan factura en la vida, sobre el
cuerpo, el ánimo y el espíritu en continua fricción entre la molestia y la incertidumbre.
Sí, vayamos allá en el nombre del Señor, pero ¿qué nos acontecerá? Aquí cobra más
fuerza si cabe la célebre frase de nuestro hermano Lutero: “Temo más a lo que sale de
dentro de mí, que a lo que viene de fuera”. Nada puedo hacer bueno y perfecto ante el
Dios del cielo, sino solo lo que Él ha hecho y puede hacer en mí. El hombre que se sitúa
bajo el beneficio de la sombra del árbol de la cruz nada tiene que temer, porque está
en Cristo el lugar seguro para toda hija e hijo de Dios, solo cuando nos desligamos de la
sombra de la cruz estamos en peligro y desorientados.
No hay dolor que el pecado y su fruto en nosotros por la desobediencia, pueda
vencernos invocando la preciosa sangre de Cristo sobre nosotros, no hay mayor
desdicha que alejarnos de los beneficios que vienen del cuerpo y la sangre de Cristo
para nuestro bien, nuestra orientación y nuestra vida. Bien decía en salmista:
“Me mostrarás la senda de la vida;
En tu presencia hay plenitud de gozo;
Delicias a tu mano derecha para siempre.” (Sal 16,11).
Sí, la todopoderosa mano derecha de Cristo que nos guía y empodera para caminar.
Cristo tuvo que esconderse del tirano Herodes, quien, por envidia y miedo a perder su
trono, su apellido de varias generaciones asesinó a miles de niños inocentes por si el
Salvador estaba entre ellos asegurándose la posesión del trono, como recordamos el
28 de diciembre. Su pecado provocó el llanto del pueblo, pero quien habría de
devolverles la alegría, había huido ya hacia Egipto. Herodes y Satanás nada
consiguieron con ello, porque era Dios el que cuidaba del Santo niño y de sus padres.
Aquello que pretendió atesorar este mal rey, tendría su retribución y juicio en la carne,
como nos describió parafraseando al historiador Flavio Josefo: “… murió lleno úlceras,
maloliente, con intensos sufrimientos y dolores provocados por los gusanos que le
salían de la carne de sus testículos.” Nada escapa al control del Señor.
Israel se resistió a ir a Egipto, como si tuviera miedo de la boca del lobo. Prefería
quedarse y morir tranquilo en Canaán antes de adentrase en la enigmática
incertidumbre de vivir en tierra de sus enemigos, pero Dios le habló con amor e
insistencia: “¡Vete a Egipto, porque yo estaré contigo, no tengas miedo!” Haciendo de
lo menos deseable la mejor forma de salvarlo. Ni andar tuvo, porque el mismísimo
Faraón les envió sus carros para que lo llevaran hasta la misma puerta de su amado
José, al que creía muerto… La confianza en Dios le hizo llevar con él a toda su familia y
su pueblo y todos sus bienes en la confianza de la guarda y provisión de Dios, y
muerto, su cuerpo fue enterrado en Canaán lleno de bien y cuidados, como Dios
prometió, cuando humanamente no lo merecían sus malos hechos, porque creyó a
Dios y solo eso le bastó como justicia y perdón ante Él.
El apóstol Pedro nos recordaba en su epístola:
“12 Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si
alguna cosa extraña os aconteciese, 13 sino gozaos por cuanto sois participantes de los
padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con
gran alegría.” 1ª Pedro 4, 12-13.
Ahora te miro a ti, sí a ti, que tienes miedo por lo que pueda sucederte este año, por lo
que puedas sufrir, por lo que puedas perder, por lo que pueda acontecer de bueno y
malo en tus días sobre esta tierra ¿No sabes que eres guardado y guardada por Dios en
esta vida bajo la sombra de la justicia de Cristo? Mantente en ella. ¿Sabes que es Dios
quien te trajo hasta aquí en tu huida del mal temido? ¿Sabes que nada acontecerá en
lo que tu Santo y Precioso Señor no quiera para tu bien? ¿Sabes que eres dirigido por
su soberana voluntad y que no la harás cambiar nunca? Antes Cristo te cambiará a ti
que ceder a su voluntad, aunque clames contra ella. ¿Sabes que estando bajo su
voluntad has sido llamado en el peregrinaje de tu vida para decir siempre y estar
dispuesto a que se haga la voluntad del Señor en ti? Hazla siempre y serás cuidado.
Vívela siempre escuchando su voz y serás guiado al bien de la misma manera que
honras obedientemente a tu padre y madre, oye la voz de tu Padre y sigue en su
voluntad, como dicen nuestros hermanos escandinavos: sigue el hilo rojo de Dios para
que no te pierdas.
Cristo nos salvó en su obediencia, sujeto a la guía y dirección del Padre en todo y
terminó con éxito su obra. Obedezcamos a Dios y no seremos avergonzados y veremos
nuestra salida de todos los males y adversidades con gloria.
“17 Porque es tiempo de que el juicio comience por la casa de Dios; y si primero
comienza por nosotros, ¿cuál será el fin de aquellos que no obedecen al evangelio de
Dios? 18 Y: Si el justo con dificultad se salva, ¿En dónde aparecerá el impío y el
pecador? 19 De modo que los que padecen según la voluntad de Dios, encomienden sus
almas al fiel Creador, y hagan el bien.” 1ª Pedro 4, 17-19
Sí, todo lo que ha acontecido y acontece es una prueba de Dios por el mal de este
mundo. Ahora recibimos un poco del fruto de nuestros males como humanidad
engreída contra Cristo. Dios juzga y nada acontecerá sin que Él lo permita y hasta
donde lo permita. Aunque hubiese todavía Herodes en el mundo que matan a sus
semejantes por intereses personales, los que creemos en la Santa, Una y Universal
Iglesia, como cuerpo de Cristo en este mundo, seguiremos haciendo y siendo el
especial Reino de Dios, guardados en todo hasta su venida, que deseamos sea pronta,
sostenidos por sus dones hacia nosotros en su misericordia, sujetos a la voluntad de su
Palabra y confiados en ella, encomendándonos a quien siempre es fiel, viviendo en
sujeción a lo que es justo, bueno y agradable a Cristo, en sus fuerzas.
Te deseo en este nuevo año 2021 que seas escuchado por el Señor en tu clamor y que
clames a Él por saber escuchar su voz, para que haciendo y deseando hacer la voluntad
de Dios, como hizo la sagrada familia a su vuelta a Nazaret, seas en todo guardado del
mal en todas sus formas, disfrutando del bien de la salvación que has recibido en
Cristo nuestro Señor, Rey de los reyes, Señor de los señores de este mundo, quien es el
principio y el fin de todas las cosas y quien deshizo en la cruz toda obra y poder de las
tinieblas y todo intento de ellas.
Sed bienvenidos al Adelanto de la Cena de las bodas del Cordero, comed y bebed para
que tengáis fuerzas para el camino. Amén.
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