Sermón del 20 de septiembre

Trinidad 15

San Mateo 6:24-34

En el nombre del Padre, y del + Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

No os afanéis por vuestra vida…¿quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia.

La semana pasada un huracán azotó la costa del Golfo de México. Allí es donde viven mi hermano y su familia, donde viven algunos de mis muy buenos amigos, y donde serví como pastor antes que mi familia y yo mudamos aquí, a España. Ha habido muchos daños como resultado de este huracán. Todo el mundo ha sufrido. Y la casa de uno de mis queridos amigos está inundado.

Cuando una persona vive en esa parte del mundo, y cuando ve que uno de estos huracanes se acerca, es muy difícil no estar ansioso. Sin embargo, no son solo los huracanes los que nos ponen ansiosos. Durante los últimos seis meses ha habido una gran ansiedad en torno a la pandemia del Coronavirus.

Este mundo simplemente no es como debería ser. No es como lo creó nuestro Dios amoroso. Ha caído. Es un mundo profundamente impactado por los eventos en el Jardín del Edén. Cuando Adán y Eva decidieron hacer lo único que el Señor les dijo que no hicieran, introdujeron la enfermedad del pecado en el mundo y la enfermedad ha estado atacando nuestro mundo desde entonces.

No fue diferente para la gente del primer siglo. Tenían las mismas preocupaciones y causas de ansiedad que todavía tenemos hoy. Los ejemplos que usa nuestro Señor son la comida y la ropa. Cosas que son necesarias para sobrevivir.

Pero esas no son las únicas cosas que nos causan ansiedad. En cambio, ¡la lista de cosas que nos ponen ansiosos es casi interminable! Nos preocupamos por cómo vamos a pagar nuestras facturas, nos preocupamos por nuestros hijos y su seguridad, nos preocupamos por los miembros mayores de nuestra iglesia y nuestra familia, y cómo esta pandemia podría afectarlos. Nos preocupamos por nuestras propias vidas. Nos preocupamos, y nos preocupamos, y nos preocupamos.

Sin embargo, nuestro Señor tiene algo que decir acerca de toda esta preocupación que tan comúnmente nos atrapa, nos envuelve y ocupa nuestras mentes. Él dice, No os afanéis por vuestra vida…¿quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia.

Nos enseña desde la naturaleza de la creación y nuestro lugar en ella: ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?

¡Qué glorioso consuelo! Tan loco como es este mundo, tan incierto como es nuestro tiempo, tan atormentado por el pecado y la muerte y la enfermedad y la duda de que estemos en esta existencia caída, todavía tenemos un Dios que no solo está a cargo, sino que ha creado todo. Y lo que es más, todavía se interesa por su creación. Aún vigila cada organismo diminuto, cada célula, cada molécula, cada electrón. Él promete en Su Palabra que ha venido para hacer nuevas todas las cosas, para proveernos en todo lo que nos causa ansiedad, para restaurar la vida en medio de la muerte que trajimos al universo. Porque Él pagó por nuestros pecados en su totalidad en la cruz, y en su resurrección nos mostró que nosotros también podemos vivir en la esperanza de la vida eterna. Debido a su vida, muerte y resurrección, podemos estar seguros de que nuestro Señor reina por los siglos de los siglos.

Entonces, cuando nuestros pensamientos comiencen a detenerse en las cosas que nos causan ansiedad, podemos recordar las palabras de nuestro Señor. No os afanéis por vuestra vida…Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia. Y cuando nos enfocamos en la Palabra de Dios, podemos unirnos a San Pablo en la pregunta triunfal: Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? (Romanos 8:31)

Es solo cuando nos distraemos, y dejamos de enfocarnos en Jesús y miramos a la incertidumbre de este mundo que nos volvemos ansiosos y preocupados, angustiados e incluso deprimidos.

Entonces, ¿cómo buscamos primero el reino de Dios y su justicia? ¿Cómo se ve eso? Bueno, es buscando la salvación y la paz donde se puede encontrar. Y la salvación y la verdadera paz sólo se encuentran en la Palabra de Dios y en sus santos sacramentos. Es a través de ellos que el Espíritu Santo nos llevará a arrepentirnos de nuestra pecaminosa falta de confianza. Y es a través de ellos que nuestro Señor nos consolará con la dulzura del Evangelio de Jesús.

Ya sea un huracán, una pandemia o cualquier otra cosa… no debemos temer que estamos solos. No debemos temer que nuestro Señor nos haya abandonado, o que nos haya dejado para cuidar de nosotros mismos. No solo nos ha vestido como los lirios del campo y nos ha alimentado como las aves del cielo, sino que ha hecho mucho más que simplemente proporcionarnos las cosas que necesitamos para mantener nuestra vida diaria.

En el Santo Bautismo, nuestro Señor nos ha revestido con la vestidura pura y blanca de la propia justicia perfecta de Jesús. Él nos ha lavado con la sangre del Cordero y nos ha hecho sus propios hijos amados.

Y en la Eucaristía, nos alimenta con su propio Cuerpo y Sangre, para el perdón de todos nuestros pecados. No tenemos nada que temer. Incluso cuando parece que todo está fuera de control … no es así. Nuestro Señor nos sostiene firmemente en sus manos todopoderosas, y en esas manos tienes la paz.

Entonces, ven, tú que has sido vestido de la justicia de Cristo. Ven, al altar de tu Señor, donde te alimentará con el mismo Cuerpo y Sangre de Jesús. Y en Jesús tendrás la paz.

En el nombre de + Jesús. Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on septiembre 22, 2020

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