Sermón del 19 de enero

Antiguo Testamento: Éxodo 33:12-23

Nuevo Testamento: Efesios 5:22-33

Evangelio: Juan 2:1-11

“El primer milagro”

Hoy celebramos el segundo domingo después de Epifanía, a medida que Jesús se revela en sus dos naturalezas. como Dios y como hombre, llega su primer signo o milagro en Caná de Galilea. En la lectura del Evangelio de San Juan hemos visto como Jesús, manifiesta su Gloria convirtiendo el agua en vino. En la primera lectura de hoy en el versículo 18 Moisés reclamaba a Dios que le mostrara su Gloria, en Caná Dios cumple esa promesa a través de su Hijo Jesucristo.

¿Qué había ocurrido para semejante acción? Podemos ver que, en aquella situación vivida en Caná, había cierta angustia sobre algo que había ocurrido. En aquellos tiempos las bodas judías, no eran como las nuestras. En aquellos tiempos el anfitrión preparaba para sus invitados una semana entera de festejo y alegría. Como hemos podido ver, el vino se acababa, esto suponía un gran fracaso social en aquel entorno. Maria, muy posiblemente, era amiga o familia de los celebrantes y sintió piedad por aquella pareja y supo lo que tenia que hacer y a quien se tenia que dirigir para solucionar el problema. Su fe seguía intacta y digna de elogio.

Sutilmente dice “No tienen vino” quizá esperando la acción rápida de su hijo, pero no fue así, extrañamente Jesús nos sorprende con una respuesta quizá un tanto inesperada…dice “¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.”.

¿Qué quería decir?…….Jesús habló repetidamente de “su hora”. Se refería a que el tiempo para que su gloria fuera revelada plenamente como el Hijo de Dios, no había llegado. Pero aquel acontecimiento de Caná, aquella boda, tuvo como resultado el primer milagro público de Dios hecho hombre.

La Fe de Maria y su gran cariño por los novios hizo que no dudara en pedirle a su hijo lo que ella sabía que podía hacer. Vemos dos virtudes claves en Maria, su amor y su inmensa fe.

El tiempo para el sufrimiento y la muerte de Jesús estaba cerca, en ese tiempo correspondería la proclamación de su hora. Pero Jesús, en aquella simple boda, intervino, no ignoró aquel problema, por grande o pequeño que fuera.

El problema de Caná me ha hecho pensar en los problemas en que nos enfrentamos en nuestra vida. Y la manera de afrontarlos.

¿Cuántas veces pensamos que nuestro problema es el más grande, el más importante? ¿Cuántas veces hemos increpado y criticado a alguien injustamente porque pensamos que SOLO LO NUESTRO es lo más importante? Y lo peor es que le quitamos importancia quizás a cosas que realmente son importantes. Pero que…. ¡¡¡como a mí no me afecta!!!!!, solo me quejo de lo mío sin pensar en los demás.

Cuando creemos que tenemos el mayor problema, es todo lo que vemos y estamos ciegos a todo lo demás. y recurrimos a la oración: “Dios ayúdame”. Y tal vez no con palabras, pero en nuestro corazón estamos pidiendo en silencio para que Dios envíe una respuesta y sobre todo una solución rápida.

Es correcto y necesario orar, Jesús nos lo enseño. Orar por lo que creemos que necesitamos y en agradecimiento por lo que nos da cada día…es cristiano, pero no pretendamos cambiar los tiempos de Dios, Jesús nos recuerda que Dios es el que establece los tiempos de respuesta a la oración. Y …no pensemos que YO, YO y YO soy lo importante. Ni pretendamos que la respuesta sea “de la manera que quiero yo y ahora”

Incluso posiblemente no nos dará la respuesta que nos gustaría, ni siquiera en el tiempo que esperamos, pero lo mejor y más importante es que Dios actuará. La ayuda de Dios siempre está disponible para nosotros.

La ayuda de Dios llega cuando todo queda en manos de Él. Es en ese momento cuando la ayuda divina viene al rescate.

Jesús rescató la boda de su apuro de la falta de vino, en el proceso reveló su gloria y mostró un primer vistazo de su poder como Hijo de Dios.

Jesús aprovechó la oportunidad en Caná para hacer un milagro y bendecir a los novios con un regalo de boda que nadie olvidaría fácilmente.

Bendijo el matrimonio, instituido por Dios entre hombre y mujer. Una institución sagrada, honrada y agradable a Dios. Aquella celebración de la boda describe el tipo de alegría que es para la iglesia al estar unida a Jesús, su novio.

No hay ninguna otra vocación o llamado, donde dos personas tan cercanas, vivan en el perdón de los pecados. Todos los retos y las bendiciones de una vida juntos pondrán al marido y a la mujer en la constante necesidad del perdón en común de Dios. Así también pueden vivir con la alegría constante de ser perdonados y vivir juntos en amor y bendición de Dios. En las Escrituras se nos exhorta a amar al prójimo como a nosotros mismos y como dijo Lutero, nuestro cónyuge es nuestro prójimo más cercano, por lo tanto, para cualquier marido y mujer, nuestro objeto de amor, debe ser su cónyuge.

En nuestra segunda lectura de Efesios enfatiza la importancia del amor y de la fidelidad entre marido y mujer: “Maridos amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella.” Realmente no debería ser una sorpresa que Jesús haya honrado y bendecido el matrimonio, ya que es un escenario único para la vivencia del respeto al otro, y el amor…. que es un reflejo del propio amor sacrificial de Jesús por su Iglesia.

En la boda de Caná hubo algo en Jesús que reveló su carácter divino realizando este milagro. El maestresala de la fiesta no tenía conocimiento del milagro que había ocurrido, pero cuando probó el vino, dio una calificación de vino excelente. Aunque la mayoría de los anfitriones sirven primero el buen vino, los invitados pensaban que este anfitrión había guardado el mejor vino hasta ahora. El maestresala no sabía que fue Jesús y no el anfitrión de la boda quien guardó lo mejor para el final. En verdad, cuando la gloria de Jesús es revelada, sabemos y entendemos que Dios realmente quiere guardar lo mejor para el final. Aunque Jesús no siempre actúa en la hora que esperamos o en el momento que deseamos, el plan de Dios es en última instancia el mejor camino. Así que, no preocuparos de nada, si estáis en Cristo porque Él seguro que tiene algo guardado para ti, aunque no sea lo que pensabas……

Retrocedamos un poco…Cuando Jesús le dijo a María “aún no ha venido mi hora” se capta el indicio de que algo más trascendental e importante estaba por venir. Sería la hora de la gloria de Jesús para ser visto en el sufrimiento y la humildad de la cruz.

Jesús en la cruz nos prepara sus dones más generosos, su muerte ha preparado para nosotros el Sacramento del Altar, el misterio del cuerpo y sangre de Cristo, que recibimos como su pacto duradero hacia nosotros. Domingo tras domingo a lo largo de 2.000 años de cristianismo, se ha compartido el cuerpo y la sangre de Cristo, sin embargo, este don nunca se agota. La sangre de Cristo para el perdón de nuestros pecados nunca se agota. Por el contrario, quizá el vino de Caná era una gran cantidad, pero con el tiempo se terminó. Fue un milagro de una sola vez, creando mucho vino para un propósito terrenal.

Pero los dones milagrosos de Cristo de gracia para un propósito celestial se siguen dando, domingo tras domingo, año tras año. ¡¡Él ha preparado lo mejor para el final!! Su último milagro y más grande en la tierra fue el de levantarse de entre los muertos, para una nueva vida en un cuerpo sano y superior. El mejor regalo es para nuestro final. Después de nuestro lecho de muerte, vamos a cruzar de la muerte a una vida nueva y mejor.

Dios fielmente nos sigue otorgando, cada día, un abundante suministro en nuestras vidas desde nuestro bautismo, hasta que Él vuelva. Y cuando lleguemos al cielo, vamos a descubrir que realmente el mejor vino fue guardado para el final.

Los dones que Cristo nos han sido dados en abundancia a través de su Espíritu Santo, por medio de su Palabra y de los Sacramentos nos sostienen en esta vida. Estos medios de Gracia nos han consolado en tiempos de problemas, nos limpian de pecado y nos alimentan de fe. A través de la fe hemos creído en las promesas de Dios y esperamos la resurrección en Él. El vino de la Sagrada Comunión es un anticipo de esa fiesta celestial que tiene que venir, el banquete celestial donde Cristo es el novio y la Iglesia es su Santa Esposa.

Cuando alcancemos el cielo, el vino no se agotará y nos maravillaremos al igual que el encargado del banquete, diciendo a Dios: “¡¡¡En verdad, Tú has guardado el buen vino hasta ahora!!!”

Que la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guarde vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús para vida eterna. Amen.

Ptr. José Luis

Categories SERMONES | Tags: | Posted on enero 21, 2020

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