Sermón del 5 de enero

Domingo de Epifanía del Señor

Mateo 2.1-12

En el nombre de page1image1693338928Jesús. Amén.

Nuestro evangelio para este domingo de Epifanía trata de manera muy precisa el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios hecho carne, el Emanuel -Dios con nosotros- que se manifiesta al mundo como el Salvador de toda la humanidad.

Y antes de nacer ya estaba siendo reconocido por lo que era, EL GRAN REY. El rey que había sido anunciado desde la antigüedad, desde la caída del hombre en pecado cuando dejaron de ver la revelación de Dios en el Edén y prefirieron enceguecerse y no ver más al Dios que caminaba entre ellos, este rey, ahora está en medio de nosotros.

Ya que, como seres humanos nos hemos extraviados en pecados y maldades, ya no conocemos el camino a casa, incluso los mismos judíos no conocían el camino, no pudieron ver las señales de su salvación. Y son los gentiles, gente que viene del Oriente, los que pueden ver la gran estrella del hijo de David y ser guiados a donde está el verdadero rey del mundo.

Son estos sabios del Oriente, que habían escuchado las profecías sobre el rey de los judíos, pero aún no conocían todas las cosas a plenitud, su propia erudición no los llevo directo a Él. “Los sabios pensaban que, en Jerusalén, por ser la capital, era donde este niño, rey de los judíos, debía de nacer. Este fue un gran error, no era en la majestuosa ciudad de Jerusalén – dice Lutero-, sino en la humilde villa de Belén donde se encontraba este niño. En efecto, si nosotros quisiéramos ir y encontrar a este niño, no deberíamos de ser guiados por nuestro propio razonamiento humano, sino que deberíamos de seguir la palabra de Dios, y no ir a ella al final.”

Pero nuestra naturaleza pecadora no puede, ni quiere comprender las cosas que están escritas en la palabra de Dios. No podemos ni siquiera ver las señales que nos llevan directo a nuestra salvación y en el momento en que perdemos de vista la señal de la palabra, nos encontramos por el camino equivocado. Un camino que nos lleva simplemente a no reconocer a Cristo, que nos lleva a entristecernos por las cosas que nos están sucediendo y que pensamos que no deberían de ser así; apartamos nuestra vista de la señal que tiene este niño marcada en su cuerpo, la cruz. Y creemos que solo merecemos el oro e incienso, pero la mirra que es símbolo de amargura, símbolo de la cruz que va a cargar este niño, eso no me corresponde.

La humanidad ha perdido de vista el sentido de la encarnación de nuestro Señor Jesucristo, y lo ha despreciado. ¿Cómo un rey, un libertador va a nacer en un pesebre? Mira a los grandes emperadores, eran de buena cuna; estos sabios eran gente que tenían muchas posiciones y bienes y a simple vista, Herodes, que era un rey malo y pagano, toma el título de Cristo “rey de los judíos” sin ser un judío, y además tiene el gran palacio de Jerusalén, el palacio del rey. ¿Cómo el rey del mundo no puede ser igual a todos ellos? Nuestra razón nos lleva a pensar de esta manera y a dudar de la palabra.

Y cuando desconocemos la palabra de Dios, toda clase de errores se cometen, y la fe y la confianza en Dios desaparece. Donde no se predica la palabra de Dios, no está Dios. Donde no se escuche su palabra con agrado, solo habrá engaños y mentiras, donde no se vea a este niño como señal de sufrimiento y de rechazo por parte del mundo, no se comprende su verdadera revelación a nosotros. Porque este niño se ha revelado a nosotros como el Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre que iba a sufrir y padecer por causa de nosotros. Pero al no poder ver su estrella que nos guía a Él, perdemos de vista la revelación más grande que pudo tener Jesús, su Cruz. Cuando tomá en su propio cuerpo, todas tus dudas, tu falta de fe, tus engaños, tu odio y todo lo que te separaba del Padre. Y ahora, te hace permanecer en Él.

Es por eso, que los profetas escribieron sobre el arrepentimiento, ya que cuando tú corazón arrepentido se inclinas ante Dios y reconoce “Soy Pecador, un pecador que necesita de ti; nada de lo que tengo es suficiente, pero tú si lo eres”, es cuando la luz de Belén alumbra con todo su esplendor y Dios, que habita en medio de nosotros, se acerca a ti y te entrega su perdón. Por eso, los planes de Dios siempre son y serán los mejores. Él no quiso que su hijo se manifestara en la gran ciudad de Jerusalén donde se había sentado el gran rey David, sino se manifestó en Belén, la cuna del Pastor de ovejas David. No quiso manifestarse ante un rey impostor, como Herodes, sino ante aquellos que representaban a todos los gentiles, a todos nosotros. Dios no quiso revelarse en cosas majestuosas, sino en cosas sencillas, como agua, pan y vino. Agua que ligada a la palabra engendra la verdadera fe, engendra esa fe que nos lleva a reconocer nuestros pecados e implorar perdón, y a apropiarnos de esos beneficios bautismales.

Y ahora por la fe, que es creada por la palabra, podemos ver con claridad a este niño que yace en el pesebre, a este niño que se nos está manifestando como el verdadero Dios y hombre, que ha venido a rescatarnos de nuestros pecados, que en su Cruz cargo con todas nuestras rebeliones, cargo todo nuestro orgullo, todas nuestras tristezas y falta de confianza y ahora nos hace ser siervos de su palabra.

El gran consuelo que consiguieron estos sabios en el humilde pesebre de nuestro Salvador nos llena de alegría también a nosotros, porque confiamos en que este Cristo que yace en el pesebre, es el mismo Cristo que está presente en el Pan y el Vino, dándonos los beneficios de la Cruz.

Esta fiesta de epifanía es para nosotros, los gentiles, que no conocíamos a Dios, que no conocíamos su palabra, pero en el momento que salió de la boca de los pastores, la fe fue engendrada por el Espíritu Santo, y ahora tú eres parte del pueblo santo de Dios.

De eso se trata la epifanía, la manifestación de la palabra hecha carne, la manifestación de ese Dios que vino a hacerse como uno de nosotros, para morir y así ganar la salvación eterna.

Cristo es tu Señor, Cristo es tu gran rey que entró triunfal al inicio de nuestro año litúrgico, Cristo es tu rey que viene a ti, manso y humilde, para darte, no oro, ni tampoco incienso, ni mirra, que son nuestras ofrendas de acción de gracias a Él, sino que Él te da su cuerpo, él te da su sangre, para el perdón de todos tus pecados. Por eso, Dios nos sigue guiando a cada uno de nosotros a donde está nuestra salvación. De la pila bautismal pone nuestra mirada hacia el púlpito que nos guía al Altar, para que tú y yo podamos disfrutar de todos sus dones de salvación.

El reino de este Cristo ha sido establecido desde que dijo SEA y FUE, y ahora nos ha hablado y el E.S nos conduce a cada uno de nosotros junto con toda la cristiandad a este reino eterno. Siempre vamos a tener dificultades para llegar, existirán cosas que no nos gustarán del camino, pero recuerda que Dios está contigo y acompaña tus pasos.

Lutero nos dice: Lo que tenemos que ver aquí es la bendición de Dios, no solo de despojarse de su gloria (que es lo más maravilloso que pudo hacer por nosotros, para venir y morir) sino que también Dios nos llama a su reino, al reino de Cristo. Dios aceptó a estos sabios y a nosotros también. Y lo hace por las aguas del bautismo, a la luz de la ley judía; no podemos pertenecer al rey de los judíos, pero a la luz del reino que vino a establecer, lo somos.

Ese es el gran regalo de hoy, estos sabios dieron lo que tenían. Oro para el Rey, Incienso para que sea de olor grato su adoración, y mirra como símbolo de la amargura que iba a sufrir el gran rey para darnos salvación. Y no solo trajeron esto, sino que se arrodillaron, para adorar a su SALVADOR.

La gran estrella de Belén se ha posado hoy sobre nosotros. Su palabra nos sigue iluminando como esa señal resplandeciente y nos sigue revelando a ese Dios humanado, a ese Dios salvador, aquel que nos apacienta a cada uno de nosotros con su gracia y su amor.

Que la misericordia de Dios los guíe, así como guio a los Sabios de Oriente con la estrella de su Santa Palabra, para encontrar a su Hijo, Jesucristo y los mantenga firmes en la verdadera fe, por siempre y para siempre. Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on enero 7, 2020

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