Sermón del 27 de octubre

Día de la Reforma (Observado) 27 de octubre, A+D 2019

Libertad en el pasado, el futuro, y el presente

¿Alguna vez has luchado con un pasaje bíblico particular? ¿Una frase o idea de la Palabra de Dios que te ha dado dificultades durante mucho tiempo, tal vez años, un versículo que te golpea un poco cada vez que lo oyes? Yo sí.  De verdad, tengo varios ejemplos. Uno es nuestra primera lectura de hoy, Apocalipsis 14:6-7: Vi volar por en medio del cielo a otro ángel, que tenía el evangelio eterno para predicarlo … diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado;

El Día de la Reforma es una celebración del redescubrimiento del puro Evangelio por el monje y sacerdote agustino Martín Lutero, lo que ha dado libertad espiritual a millones de almas, sufriendo bajo el concepto falso de que nosotros pecadores tenemos que ganar nuestra salvación con nuestras buenas obras. Como dice San Pablo con tanta claridad: Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas; 22 la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley.

¡Qué buena noticia!

Muchos han imaginado a Lutero, trayendo a la luz la buena nueva de salvación por la gracia, como si fuera este ángel, este mensajero volando y predicando el evangelio eterno en Apocalipsis 14:6. Bueno, tal vez es un poco de licencia creativa santificada. Pero versículo 7 siempre me ha molestado, porque me parece poco evangélico.   ¿Dónde está la buena noticia de libertad en este mensaje? “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado.” Siempre me ha parecido como ley, y ley dura, esta proclamación del juicio de Dios y el mandato a darle gloria y temerle. ¿Dónde está el evangelio en esta frase?

Está en el pasado. Finalmente, este año puedo ver que el eterno evangelio está en el tiempo del verbo: ha llegado. De verdad, en el griego original, es más obvio. Una traducción más literal sería “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio vino.” El juicio de Dios vino en una colina en las afueras de Jerusalén hace 2,000 años. En el griego el verbo “llegar” no está en el tiempo pasado perfecto, (ha llegado), sino en el pretérito, (vino.) No es que ahora el juicio de Dios ha llegado, para ser experimentado hoy, sino que la buena noticia es que ya vino el juicio de Dios. Fue cumplido, en el pasado.

No es incorrecto decir que el juicio “ha llegado,” porque el efecto de este hecho del pasado sigue teniendo su efecto hoy. El error, mi error, fue malentender el pasaje como si el juicio de Dios fue un evento introducido la primera vez en el momento por este ángel, como si fuera “ahora viene el juicio de Dios”.  No, la buena noticia es que ya vino el juicio de Dios, sobre el Hijo, colgado en una cruz. Todo este juicio fue expiado en el infinito sufrimiento de Jesucristo, hasta que no queda ningún sacrificio para el pecado. Ahora, en la persona de Cristo Jesús, solamente queda justicia, y paz entre Dios y los hombres, y la vida eterna y gloriosa, el botín del Cristo de su victoria sobre el Diablo y la muerte, la que Él ganó para perdonar todos los pecados de todo el mundo, los dones que el Espíritu entrega a todos que oiga y crea el Evangelio.

Por lo tanto, la libertad del cristiano está en el pasado, es un hecho terminado en la muerte y resurrección del único Salvador. En Jesús la salvación de nuestro Dios ha llegado, y nadie puede cambiar el juicio.

La libertad cristiana está en el pasado, y está en el futuro. Todos los creyentes tendrán la libertad perfecta en el futuro.

En Cristo ya somos libres, niños, mujeres y hombres declarados justos y miembros del Cuerpo de Cristo por nuestros bautismos, pero tenemos esta libertad perfecta por la fe, no por la vista. Todavía experimentamos limitaciones, primeramente, las cadenas de nuestro propio pecado, que se aferra a nosotros, y ataca nuestra confianza y libertad.

También sufrimos la oposición del mundo, que rechaza por naturaleza a Jesús y su Evangelio, porque el mundo está bajo el control de Satanás, la fuente de todas las mentiras, que él usa para encarcelar a los pecadores bajo la cadena de la acusación de nuestro pecado y culpa. Pero es mentira, porque Cristo ha roto estas cadenas con su perdón.

Porque vivimos en una lucha constante contra el diablo, el mundo y nuestra propia carne pecadora, es muy importante que enfoquemos en el futuro. Somos peregrinos en este mundo, sirviendo y amando a nuestros vecinos, siempre preparados para testificar de la razón por nuestra esperanza, la que es nuestro futuro glorioso con Jesucristo. Paradójicamente, para fortalecer nuestra confianza en nuestro futuro bendecido, mantenemos nuestros ojos puestos en el pasado, ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz, menospreciando la vergüenza, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

Es como si los peregrinos cristianos andan su camino al reino de Dios en marcha atrás, maravillando en el juicio cumplido en la Cruz hace dos mil años. Porque el juicio de Dios cumplido en la Cruz es la garantía de nuestro futuro. Consumado es. Ahora el Crucificado reina a la diestra del Padre, preparando para nosotros nuestro hogar celestial.

Así, la libertad está en el futuro, porque, confiando en Jesús y todas sus promesas, la libertad perfecta y eterna es nuestra. Amén, amén, así será.

La libertad del evangelio también está en el presente. Fuimos hechos libres en la Cruz, y seremos libres en la edad que viene. También somos libres ya, ahora, hoy. Con la libertad ganada en el pasado y garantizada para el futuro eterno, ahora, imperfectamente pero ciertamente, empezamos de experimentar la libertad en el presente. Vemos ejemplos cada día, como el ejemplo alentador que yo recibí en una conversación por correo electrónico con Alejandro desde la Mayor de las Antillas, Alejandro de Cuba.

Hoy, desde España, con los problemas en Cataluña, a Venezuela, a Irán, y en la Corea, Hong Kong y aun Gran Bretaña, hay grandes discusiones, pleitos, disturbios y guerras, todos enfocados en la búsqueda para la libertad verdadera.

En otra paradoja triste, nosotros, que viven en paz y abundancia, solemos esclavizarnos voluntariamente, a nuestro móvil, a Google, Apple o Facebook, o al alcohol, las apuestas o el sexo. Es rara que uno experimenta la libertad verdadera. Es casi si no queramos ser libres. Pero de vez en cuando, como un pastor luterano, tengo el privilegio de ver alguien viviendo en libertad.

Relatar este ejemplo me requiere exponer un fallo mío. El otro día, mientras trabajaba en mi portátil, recibí un correo electrónico, con este asunto: Saludos desde la mayor de las Antillas, Cuba. Fue un señor Alejandro, de Cuba. Me saludó por nombre, e hizo referencia a una conversación por email del pasado noviembre. Aparentemente, me había contactado a través de nuestra página web, pidiendo que yo le ponga en contacto con alguien para conectar y unirse con la Iglesia Luterana. Alejandro había leído suficiente de Lutero y la doctrina luterana para ser convencido de que en ella se encuentra la libertad verdadera. Muy bien. Pero, ahora, después de 11 meses, Alejandro no había recibido otro contacto. Se suscribió a nuestros correos electrónicos, y esperaba. Once meses.

Es una vergüenza. Leyendo su correo, yo tenía un recuerdo vago de haber conversado con Alejandro.

No recordaba si había intentado ponerle en contacto con un colega en la región, o no. Ahora, después de 11 meses, con toda paciencia y cortés, me estaba pidiendo de nuevo.

Bueno, muy rápido, le respondí, e incluí en mi correo a un compañero en el Caribe que yo sabía que pudiera ayudar a Alejandro. No tenemos misión en Cuba, pero al menos podemos andar juntos electrónicamente, y darle consejo, tal vez compartir recursos, para que su deseo de acercarse a la Iglesia Luterana y la libertad cristiana sea cumplido.

Al final, averigüé que sí, yo había hecho un poco para conectar Alejandro con unos colegas. Pero poco, y sin dar seguimiento. Para mí, este error fue un ánimo al arrepentimiento y a un ministerio más animado. Pero también, fue un recordatorio del poder del puro evangelio, y un aliento, un recordatorio de que Dios es fiel, aun cuando nosotros fracasamos.

Porque, a pesar de que no atendimos bien a su primer contacto, la convicción e intención de Alejandro para encontrar y unirse con una congregación luterana no flaqueaban.

Viviendo en un país donde, durante más que un siglo, ha sido una lucha constante para la libertad terrenal, Alejandro encontró la verdadera libertad en el mensaje del ángel volando en medio del cielo, el evangelio del pleno perdón de todos los pecados, ganado por Jesús en su cruz. Oremos que pronto Alejandro pueda compartir plenamente del puro evangelio en Palabra y Sacramento.

La libertad cristiana está en el presente. Hay que decir que la libertad cristiana es extraña en el presente. Seguramente no es nada como la libertad mundana, que suele finalizar en libertinaje y miseria. A veces la verdadera libertad de Cristo nos lleva a situaciones que a la primera vista no parece muy libre. Porque, libres en Cristo, seguimos su ejemplo de servicio a otros, sin egoísmo. La libertad cristiana a veces nos dirige a servir, confesar y dar testimonio hasta que nos llega el sufrimiento, y luego dar alabanzas por el privilegio de haber sido considerados dignos de sufrir por el Nombre. No podemos vivir esta libertad en el presente por nuestro esfuerzo, así como tampoco podemos regresar al pasado para subir en una Cruz, ni ir al futuro para hacer llegar el reino venidero del Señor. Toda nuestra libertad, pasado, presente y futuro, depende 100% en el Hijo, que permanece en la casa siempre.

La Verdad de libertad es Jesucristo, quien predicó desde la Cruz en el pasado, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.” Esta Verdad garantiza nuestro futuro bendecido con Dios.

También esta Verdad, que es Jesús mismo, viene parar consolarnos ahora, aquí, con la libertad comprado con su sangre, la libertad que nos hace miembros de su cuerpo. Si el Hijo te hace libre, serás verdaderamente libre.

Así fue, así es, y así será, por los siglos de los siglos, Amén.

Categories SERMONES | Tags: | Posted on octubre 29, 2019

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